lunes, 19 de marzo de 2018

REFLEXIÓN .SEMANA SANTA.














Evangelio según San Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.



EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO; ES PURA DINAMITA:



RESURRECCIÓN


La Vigilia Pascual consta de cuatro partes: 1. Lucernario: es una especie de pórtico que sirve de introducción a la Vigilia; 2. Liturgia de la Palabra: es, junto con la Eucaristía, lo que da cuerpo a la celebración y llena el tiempo de la larga espera; 3. Liturgia bautismal: hace referencia a nuestra inmersión en el misterio pascual de Cristo; 4. Eucaristía: representa el momento culminante del encuentro de Cristo Resucitado con los suyos. De estas cuatro partes las más importantes son la segunda y la cuarta. Constituyen el núcleo más arcaico y fundamental de la Vigilia.
Hoy celebramos la resurrección de Jesús y Sin embargo, cada uno de nosotros vive más o menos conscientemente con un interrogante en su corazón. Podemos distraernos estrenando nuevo modelo de coche, disfrutando intensamente unas vacaciones, sumergiéndonos en nuestro trabajo diario, encerrándonos en la comodidad del hogar. Pero, todos sabemos que estamos "amenazados de muerte".
En el interior de la felicidad más transparente se esconde siempre la insatisfacción de no poder evitar su fugacidad ni poder saborearla sin la amenaza de la ruptura y la muerte. Y aunque no todos sentimos con la misma fuerza la tragedia de tener que morir un día, todos entendemos la verdad que encierra el grito de Miguel de Unamuno: «No quiero morirme, no, no, no quiero ni puedo quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que soy y me siento ser ahora y aquí».
Este pobre hombre que somos todos y cuyas pequeñas esperanzas se ven tarde o temprano malogradas e, incluso, completamente destrozadas, necesita descubrir en el interior mismo de su vivir un horizonte que ponga luz y alegría a su existencia. Felices los que esta mañana de Pascua puedan comprender desde lo hondo de su ser, las palabras de aquel periodista guatemalteco que, amenazado de muerte, expresaba así su esperanza cristiana:
«Dicen que estoy amenazado de muerte... ¿Quién no está amenazado de muerte? Lo estamos todos desde que nacemos... Pero hay en la advertencia un error conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor.
Estamos equivocados. Los cristianos no estamos amenazados de muerte. Estamos «amenazados» de resurrección. Porque además del Camino y la Verdad, él es la Vida, aunque esté crucificada en la cumbre del basurero del Mundo».
Ser testigo de la resurrección es algo muy hermoso y es nuestra tarea, pero, dada la cultura de muerte que  impera entre nosotros, exige no pocos compromisos. Por ejemplo, el testigo de la Pascua  debe:
-- Luchar contra todo lo que origina muerte y conduce a la muerte, contra los violentos e  injustos, contra los que siguen crucificando la vida y sembrando la corrupción. Defender la  vida en plenitud. Esta defensa vale para la naturaleza toda. El hombre de Pascua debe ser el mejor  ecologista.
-- Combatir, por lo mismo, las causas de la pobreza, las estructuras opresivas e  insolidarias, el egoísmo que anida en el corazón del hombre y en el corazón del mundo.
-- Defender la libertad verdadera contra toda situación esclavizante. Esta situación puede  ser íntima e individual, puede ser familiar, social y aun eclesiástica. «Para ser libres nos  libertó Cristo» (Gál 5, 1). La Pascua es siempre fiesta de liberación.
-- Trabajar por la paz. La paz es también un don de la Pascua que Cristo resucitado  ofrecía a sus discípulos. Una vez conseguida después de dura batalla. El que vive la  Pascua debe irradiar la paz y debe construir la paz, dondequiera se sienta herida o  amenazada. Es ministro de la reconciliación y apóstol de la no-violencia. Defiende y trabaja  por la paz de Jesucristo.
-- Ser testigo de alegría y esperanza. Saber dar razón de nuestra fe ante todos aquellos  que no creen en la primavera y no quieren florecer. Decir que los ideales son necesarios y  que las utopías son posibles. No tienen razón los mediocres, los conformistas, los  rutinarios. Desde que resucitó nuestro Señor Jesucristo, todas las metas son alcanzables.
-- Vivir en la verdad. Nos hemos acostumbrado no sólo a decir mentiras, sino a vivir en la  mentira; es decir, a no sentir lo que decimos, a no expresar lo que pensamos, a no cumplir  lo que prometemos, a no ser lo que aparentamos, a no vivir lo que creemos y profesamos.  Tantas verdades a medias y tantos intereses no confesados. Pero la Pascua es luz,  transparencia total. El hombre resucitado se esfuerza por desenmascarar la hipocresía de  la vida.
-- Vivir en el amor. Es el secreto último de la Pascua y la fuerza que lleva a la  resurrección. Un hombre resucitado es un hombre que perdona, que comprende, que sufre,  que comparte, que se entrega. En una sociedad egoísta e inmisericorde, él debe poner  misericordia. «El debe ser el corazón de un mundo sin corazón». 

P´ALANTE
POR SI APETECE ORAR:

Jesús amigo, danos el coraje de resucitar cada día,
A resucitar juntos, a leer el Evangelio
De un modo vital.
Danos la alegría del amor verdadero,
Ese que perdona sin condiciones,
Ese que nos permite acercarnos al prójimo,
Sin otra pretensión que echarle una mano
Con las llagas de la vida.
Hay lágrimas, detrás de muchos ojos
Aparentemente risueños,
Hay muchas vidas que aparentemente sufren vértigo,
De soledad, heridas que no dejan sitio a la esperanza.
Enséñanos Jesús, como resucitados, a darnos antes de que nos
Lo pidan,  y lanzarnos a la misión salvadora,
Solamente entonces seremos luz.


NOTA MENTAL TRANSITORIA:


EL COLMO DE LA ALEGRÍA ES ENCONTRARSE CON EL AMIGO RESUCITADO. NECESITAMOS MÁS ESPERANZA Y MENOS MIEDO.
                        Espero que no se cierre las puertas al Espíritu Santo, por miedo, como los discípulos en el relato de las apariciones, para que con valentía se abran las puertas en el vaticano al espíritu santo, se le de visado de residencia y se acepten con coraje los restos del siglo XXI.