Evangelio según San Juan 20,1-9.
El
primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y
les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro
y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las
vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también
vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de
entre los muertos.
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO; ES PURA DINAMITA:
RESURRECCIÓN
La Vigilia Pascual
consta de cuatro partes: 1. Lucernario: es una especie de pórtico que sirve de
introducción a la Vigilia; 2. Liturgia de la Palabra: es, junto con la Eucaristía,
lo que da cuerpo a la celebración y llena el tiempo de la larga espera; 3.
Liturgia bautismal: hace referencia a nuestra inmersión en el misterio pascual
de Cristo; 4. Eucaristía: representa el momento culminante del encuentro de
Cristo Resucitado con los suyos. De estas cuatro partes las más importantes son
la segunda y la cuarta. Constituyen el núcleo más arcaico y fundamental de la
Vigilia.
Hoy celebramos la resurrección de Jesús
y Sin embargo, cada uno de nosotros vive más o menos conscientemente con un
interrogante en su corazón. Podemos distraernos estrenando nuevo modelo de
coche, disfrutando intensamente unas vacaciones, sumergiéndonos en nuestro
trabajo diario, encerrándonos en la comodidad del hogar. Pero, todos sabemos
que estamos "amenazados de muerte".
En el interior de la felicidad más
transparente se esconde siempre la insatisfacción de no poder evitar su
fugacidad ni poder saborearla sin la amenaza de la ruptura y la muerte. Y
aunque no todos sentimos con la misma fuerza la tragedia de tener que morir un
día, todos entendemos la verdad que encierra el grito de Miguel de Unamuno: «No
quiero morirme, no, no, no quiero ni puedo quererlo; quiero vivir siempre,
siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que soy y me siento ser ahora y aquí».
Este pobre hombre que somos todos y
cuyas pequeñas esperanzas se ven tarde o temprano malogradas e, incluso,
completamente destrozadas, necesita descubrir en el interior mismo de su vivir
un horizonte que ponga luz y alegría a su existencia. Felices los que esta
mañana de Pascua puedan comprender desde lo hondo de su ser, las palabras de
aquel periodista guatemalteco que, amenazado de muerte, expresaba así su
esperanza cristiana:
«Dicen que estoy amenazado de muerte...
¿Quién no está amenazado de muerte? Lo estamos todos desde que nacemos... Pero
hay en la advertencia un error conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de
muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de
amor.
Estamos equivocados. Los cristianos no
estamos amenazados de muerte. Estamos «amenazados» de resurrección. Porque
además del Camino y la Verdad, él es la Vida, aunque esté crucificada en la
cumbre del basurero del Mundo».
Ser testigo de la resurrección es algo
muy hermoso y es nuestra tarea, pero, dada la cultura de muerte que
impera entre nosotros, exige no pocos compromisos. Por ejemplo, el testigo de
la Pascua debe:
--
Luchar contra todo lo que origina muerte y conduce a la muerte, contra los
violentos e injustos, contra los que siguen crucificando la vida y
sembrando la corrupción. Defender la vida en plenitud. Esta defensa vale
para la naturaleza toda. El hombre de Pascua debe ser el mejor
ecologista.
--
Combatir, por lo mismo, las causas de la pobreza, las estructuras opresivas
e insolidarias, el egoísmo que anida en el corazón del hombre y en el
corazón del mundo.
--
Defender la libertad verdadera contra toda situación esclavizante. Esta
situación puede ser íntima e individual, puede ser familiar, social y aun
eclesiástica. «Para ser libres nos libertó Cristo» (Gál 5, 1). La Pascua
es siempre fiesta de liberación.
--
Trabajar por la paz. La paz es también un don de la Pascua que Cristo
resucitado ofrecía a sus discípulos. Una vez conseguida después de dura
batalla. El que vive la Pascua debe irradiar la paz y debe construir la
paz, dondequiera se sienta herida o amenazada. Es ministro de la
reconciliación y apóstol de la no-violencia. Defiende y trabaja por la
paz de Jesucristo.
--
Ser testigo de alegría y esperanza. Saber dar razón de nuestra fe ante todos
aquellos que no creen en la primavera y no quieren florecer. Decir que
los ideales son necesarios y que las utopías son posibles. No tienen
razón los mediocres, los conformistas, los rutinarios. Desde que resucitó
nuestro Señor Jesucristo, todas las metas son alcanzables.
--
Vivir en la verdad. Nos hemos acostumbrado no sólo a decir mentiras, sino a
vivir en la mentira; es decir, a no sentir lo que decimos, a no expresar
lo que pensamos, a no cumplir lo que prometemos, a no ser lo que
aparentamos, a no vivir lo que creemos y profesamos. Tantas verdades a
medias y tantos intereses no confesados. Pero la Pascua es luz,
transparencia total. El hombre resucitado se esfuerza por desenmascarar la
hipocresía de la vida.
--
Vivir en el amor. Es el secreto último de la Pascua y la fuerza que lleva a
la resurrección. Un hombre resucitado es un hombre que perdona, que
comprende, que sufre, que comparte, que se entrega. En una sociedad
egoísta e inmisericorde, él debe poner misericordia. «El debe ser el
corazón de un mundo sin corazón».
P´ALANTE
POR SI APETECE ORAR:
Jesús amigo, danos el coraje de resucitar cada día,
A resucitar juntos, a leer el Evangelio
De un modo vital.
Danos la alegría del amor verdadero,
Ese que perdona sin condiciones,
Ese que nos permite acercarnos al prójimo,
Sin otra pretensión que echarle una mano
Con las llagas de la vida.
Hay lágrimas, detrás de muchos ojos
Aparentemente risueños,
Hay muchas vidas que aparentemente sufren vértigo,
De soledad, heridas que no dejan sitio a la
esperanza.
Enséñanos Jesús, como resucitados, a darnos antes de
que nos
Lo pidan, y
lanzarnos a la misión salvadora,
Solamente entonces seremos luz.
NOTA MENTAL TRANSITORIA:
EL COLMO DE LA ALEGRÍA ES
ENCONTRARSE CON EL AMIGO RESUCITADO. NECESITAMOS MÁS ESPERANZA Y MENOS MIEDO.
Espero
que no se cierre las puertas al Espíritu Santo, por miedo, como los discípulos
en el relato de las apariciones, para que con valentía se abran las puertas en
el vaticano al espíritu santo, se le de visado de residencia y se acepten con
coraje los restos del siglo XXI.