AHORA QUE
ESTOY VIVO
Prefiero que compartas conmigo unos minutos, ahora
que estoy vivo y no una noche entera, cuando yo muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que
estoy vivo, y no que apoyes tu cuerpo sobre mi cadáver, cuando yo muera.
Prefiero que me hagas una breve llamada ahora que
estoy vivo y no que emprendas un inesperado viaje, cuando yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor, ahora que
estoy vivo, y no que envíes un hermoso ramo, cuando yo muera.
Prefiero que eleves por mi una corta oración, ahora
que estoy vivo, y no una eucaristía cantada y concelebrada, cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora
que estoy vivo, y no un desgarrador poema, cuando yo muera.
Prefiero que me escribas unas cortas palabras, ahora
que estoy vivo, y no un poético epitafio sobre mi tumba, cuando yo muera.
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles
tuyos, ahora que estoy vivo, y no de grandes manifestaciones de pesar, cuando
yo muera.
¡La vida nos da la hermosa posibilidad de demostrar
nuestros afectos a los seres amados, no la desaprovechemos!
|
martes, 15 de julio de 2014
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El rico está siempre vendido a la institución que lo hace rico.
ResponderEliminarHenry David Thoreau
Sólo durante los tiempos difíciles es donde las personas llegan a entender lo difícil que es ser dueño de sus sentimientos y pensamientos.
ResponderEliminarAntonio Chéjov
¡ Qué suerte no ser una madre palestina,
ResponderEliminarni una madre siria, ni una madre afgana,
ni una madre kurda,
ni una madre del cuerno de África !
Qué suerte no tener que sostener
la muerte de mi hijo en mis brazos…
ese pequeño cuerpo
que se ha muerto sin más,
de hambre, de sed,
desangrado,
atravesado, zas, por una bala!
¡ Qué suerte no tener que abrazar a mi hijo muerto
mientras mis ojos se resecan, lentamente,
de dolor, de impotencia,
de rabia contenida!
¡ Qué suerte no tener que sortear cada día
el rostro enjuto y oscuro de la Parca,
y regalarle, esconderle, ocultarle
los rostros malditos de mis hijos,
que han nacido donde nada importan,
donde nada valen, donde nada son…!
Qué suerte, me repito cada día, qué suerte,
mientras mis hijos, tranquilos, duermen su infancia merecida.
Marisa Peña.
Poema publicado en el libro colectivo “ Indignhadas “