martes, 15 de julio de 2014

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:




AHORA QUE ESTOY VIVO

Prefiero que compartas conmigo unos minutos, ahora que estoy vivo y no una noche entera, cuando yo muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy vivo, y no que apoyes tu cuerpo sobre mi cadáver, cuando yo muera.
Prefiero que me hagas una breve llamada ahora que estoy vivo y no que emprendas un inesperado viaje, cuando yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor, ahora que estoy vivo, y no que envíes un hermoso ramo, cuando yo muera.
Prefiero que eleves por mi una corta oración, ahora que estoy vivo, y no una eucaristía cantada y concelebrada, cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy vivo, y no un desgarrador poema, cuando yo muera.
Prefiero que me escribas unas cortas palabras, ahora que estoy vivo, y no un poético epitafio sobre mi tumba, cuando yo muera.
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles tuyos, ahora que estoy vivo, y no de grandes manifestaciones de pesar, cuando yo muera.
¡La vida nos da la hermosa posibilidad de demostrar nuestros afectos a los seres amados, no la desaprovechemos!

3 comentarios:

  1. El rico está siempre vendido a la institución que lo hace rico.
    Henry David Thoreau

    ResponderEliminar
  2. Sólo durante los tiempos difíciles es donde las personas llegan a entender lo difícil que es ser dueño de sus sentimientos y pensamientos.
    Antonio Chéjov

    ResponderEliminar
  3. ¡ Qué suerte no ser una madre palestina,
    ni una madre siria, ni una madre afgana,
    ni una madre kurda,
    ni una madre del cuerno de África !
    Qué suerte no tener que sostener
    la muerte de mi hijo en mis brazos…
    ese pequeño cuerpo
    que se ha muerto sin más,
    de hambre, de sed,
    desangrado,
    atravesado, zas, por una bala!
    ¡ Qué suerte no tener que abrazar a mi hijo muerto
    mientras mis ojos se resecan, lentamente,
    de dolor, de impotencia,
    de rabia contenida!
    ¡ Qué suerte no tener que sortear cada día
    el rostro enjuto y oscuro de la Parca,
    y regalarle, esconderle, ocultarle
    los rostros malditos de mis hijos,
    que han nacido donde nada importan,
    donde nada valen, donde nada son…!
    Qué suerte, me repito cada día, qué suerte,
    mientras mis hijos, tranquilos, duermen su infancia merecida.

    Marisa Peña.
    Poema publicado en el libro colectivo “ Indignhadas “

    ResponderEliminar