miércoles, 13 de abril de 2011

TIEMPO DE CUARESMA.

Jueves, 14 de abril de 2011.
Juan 8,51-59.
Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás".
Los judíos le dijeron: "Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: 'El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás'.
¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?".
Jesús respondió: "Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman 'nuestro Dios',
y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: 'No lo conozco', sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría".
Los judíos le dijeron: "Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?".
Jesús respondió: "Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy".
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Me imagino el "cansancio" de Jesús, viendo cómo sus palabras no eran entendidas, o incluso, a veces, malinterpretadas... Me imagino el esfuerzo que supondría para Él intentar explicar que su Reino no era lo que ellos esperaban y el sufrimiento que le causaría pensar que estaban dejando de lado la vida verdadera, la que Él les ofrecía y ellos, por su cerrazón, no estaban dispuestos a acogerla...
¡Ay, pues pensemos en nuestra propia vida y en nuestras propias actitudes! Él nos ha dicho: "El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás" dejémonos ya de malgastar nuestro tiempo en discusiones más o menos importantes, abandonemos, de una vez por todas, la dichosa costumbre de querernos salir con la nuestra, aun a costa de negar las propias palabras de Jesús y de su evangelio, y quedémonos con lo esencial de nuestra vida. Esto es, ser fieles a "su" palabra de perdón, misericordia, amor... seguro, seguro, que la promesa de Jesús se cumplirá: no moriremos jamás, porque su Vida nos sostiene y nos ayuda a caminar.

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