sábado, 25 de septiembre de 2010

EVANGELIO DEL FIN DE SEMANA

Evangelio según San Lucas 9,43-45.

Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
"Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".
Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.

Evangelio según San Lucas 16,19-31.

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.
A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'.
'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'.
El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'.
Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'.
'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'.
Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'".

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA

¡Cuántas veces nos ha ocurrido que no hemos tenido claro, como los discípulos en este evangelio, qué quería decirnos Jesús ante un determinado hecho o circunstancia, en nuestra propia vida o relacionado con ella! Y cuántas, quizá, no de forma consciente, hemos puesto en sus labios palabras que nos gustaría que nos hubiera dicho o que nos encantaría oir para tanquilizar nuestra conciencia. ¿Cómo saber que estamos en su camino?¿Cómo conocer qué es lo que Él quiere de nosotros? ¿Cómo experimentar la paz que nace de saber que estamos haciendo lo que tenemos que hacer? Pues creo que la lectura del domingo puede ser un buen "termómetro" para medir la temperatura de nuestra adhesión a la Palabra de Jesús. Él es muy claro: detesta la ambición y el egoísmo. Por ello, cualquier actitud nuestra que suponga no preocuparnos de los que están a nuestro lado, o lejos; cualquier gesto que no sea compartir, dar de lo tuyo, hacer tuyas las miserias, dolores y sufrimientos de los demás, no lo quiere Dios. No está de acuerdo con su plan de amor, ni con el mensaje, ni las palabras de Jesús.
¿Entonces? Quizá deberíamos hacernos menos problema de conciencia y mirar a nuestro alrededor. ¿Soy compasivo, generoso, doy de lo mío, comparto, me duelo del dolor ajeno? Entonces estoy cerca de Jesús. Y escucharé de sus labios las palabras que serán vida eterna: "Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me dísteis de beber..."
¡Buen fin de semana!

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