Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus
discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo
ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»Muchos
le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David,
ten compasión de mí!»Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego,
diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.»Y él, arrojando su manto, dio un
brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que
te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»Jesús le dijo: «Vete, tu fe te
ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
El mayor milagro
es siempre una conversión.
Jesús nos pide confianza, y que no pongamos límites al
amor, esa es su pretensión. El cristiano no tiene límites en el amor: ni en
la intensidad ni en la generosidad. Y esto no supone dejar de luchar por la
justicia y contra la violencia, que es el primer mandato evangélico.
Ciego: el peor ciego es el que no ve las pequeñas cosas de
la vida.
La acción de quien invita a caminar hacia la alegría y a
escuchar las palabras de gracia y de perdón ( al estilo de Jesús) irrita hoy a
no poca gente, incluidos cristianos.
Bartimeo: el ciego, representa a todos los ciegos de nuestro
tiempo:
El grito de Bartimeo; es el grito
del oprimido. De aquel que está olvidado por el mundo, y grita, el silencioso
clamor de los sin voz, el grito de tantas y tantas personas que tienen una
necesidad, que necesitan una mano amiga que les empuje. Nosotros como el ciego
Bartimeo en ocasiones nos hemos
acostumbrado a vivir de limosnas nuestra vida, cuando estamos llamados a vivir
de plenitud, de amor, no vendamos la vida al mejor postor- No es serio-, será
difícil que un evangelio nos muestre simbólicamente mejor nuestra vida que este.
P´alante
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