miércoles, 29 de abril de 2009

30 de abril. Jueves. Juan 6,44-51

EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Hoy leía en la camiseta de un amigo una frase que me ha llamado especialmente la atención. Estaba en inglés y decía algo así como: “Llévame al paraíso”. “¿y qué tiene que ver con el evangelio de hoy?”-se preguntarán algunos. Quizá el paraíso al que hacía referencia era un poco distinto del que se nos habla hoy: la vida eterna que se nos dará al participar en la Eucaristía. Sin embargo, vivimos ya anticipadamente “la vida feliz”, como decía Agustín, cuando partimos y compartimos el pan. El pan de la Eucaristía y “nuestro pan de cada día” con los que no lo tienen. Gozamos y disfrutamos de la experiencia de Dios entre nosotros, en la experiencia cotidiana del compartir alegrías, sufrimientos, risas, inquietudes o anhelos con los amigos, en la fraternidad auténtica. Entonces, en estas situaciones de la vida diaria en las que Jesús está en medio de nosotros y nos da su paz y su luz, ya casi participamos de la alegría del paraíso, porque nuestros amigos, el amigo, “nos han llevado a él”

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