miércoles, 16 de enero de 2013

Jueves 17 de enero. Mc 1,40-45

EVANGELIO

Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:
Seguimos necesitando que alguien nos “purifique”. Nos reconocemos leprosos del siglo XXI, aunque nuestra carne y nuestro cuerpo no tengan los síntomas de esta enfermedad. Lo somos porque el ser humano sigue siendo mendigo de afectos y cariños, necesitamos sentirnos amados, reclamamos muestras de este amor desde que nos levantamos. Queremos que nos hagan caso, que nos escuchen, que nos “purifiquen”…en definitiva, como el leproso de evangelio “pedimos ayuda” sin decirlo abiertamente, porque hemos nacido para amar y ser amados. Hoy reivindicamos esta poderosa posibilidad que tenemos de amar, pero no desde el lado del que pide ser amado, sino desde el lado del que entrega amor. Debemos ser conscientes de nuestra lepra, pero desde el Evangelio se tiene que optar por dar amor y no tanto por pedirlo. Se trata de intentar aliviar a los que no son amados por nadie, a los que no les espera nadie en casa, a los que están solos sin elegirlo…no estamos hablando de pedir ayuda, sino de darla…esta es la razón de ser y de existir, porque en el momento en que entreguemos vida, la recibiremos…en el momento en el que damos amor, lo estamos ya recibiendo también…

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