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Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no
quería que se supiera,
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porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo
del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres
días de haber muerto resucitará.»
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Pero ellos no entendían lo que les decía y temían
preguntarle.
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Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba:
«¿De qué discutíais por el camino?»
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Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre
sí quién era el mayor.
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Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno
quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
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Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó
entre sus brazos y les dijo:
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«El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me
recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha
enviado.»
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EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA.
La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo
que está hinchado parece grande pero no está sano.
San Agustín
San Agustín
Nos pasamos la vida añorando los primeros puestos; sin
embargo la respuesta siempre es radical: el que quiera ser el primero que sea
el servidor de todos.
Hay que mirar los últimos puestos.... ( es propio del
cristiano)
En los colegios nos enseñan a conseguir las mejores notas,
en la universidad o el trabajo; queremos ascender, a tener mejor casa que el
vecino... olvidando que cuando alguien es primero; otros son segundos y
últimos. Nos enseñan a luchar contra otros, a competir, a ver contrincantes en
lugar de amigos.... olvidando que lo
importante es amar a los otros. Buscamos el mejor puesto en la mesa, olvidando
que la mesa del cristiano siempre es redonda, nadie tiene más valor: es
comunidad. Aprendimos el camino de la tiranía y olvidamos el camino de la
caridad y la amistad. El grito de lo sin voz es la esperanza de la fusca de la
vida, p´alante
líbranos de los imprescindibles, Señor
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