lunes, 8 de febrero de 2010

Martes 9 de febrero. Mc 7,1-13

EVANGELIO

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: -«¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» Él les contestó: -«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Y añadió: -«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»
EL EVAGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:
Y que importante es que nos acordemos siempre de lo que nos quiere decir la Buena Noticia en boca del evangelista Marcos: El verdadero culto, el gran sacrificio, la mejor ofrenda, CONSISTE EN AMAR. Y si miramos al profeta de Nazareth nos daremos cuenta de manera rápida que ese amor está impregnado totalmente de misericordia que está por encima de cualquier ritual, por muy importante que sea, ya que en cantidad de ocasiones nos hemos atado a esos rituales mecánicos y sistemáticos como forma de adoración a Dios, cuando lo que están haciendo es secuestrar y privatizar de tal manera a Dios que perdemos su fuerza y autenticidad. ¡Cuántas comuniones se hacen puestos en fila de a uno camino del altar y qué pocas comun-uniones se dan en los altares de la vida!. Dejemos por tanto, en está Semana de lucha contra el hambre, a Dios ser Dios a través del amor y del compromiso solidario con los demás, antes que dar tanta primacia e importancia a rituales muertos y vacios.

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