domingo, 21 de febrero de 2010

Mateo 16: 13 - 19 .LUNES 22 DE FEBRERO

EVANGELIO:
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?»
Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
Dice él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
¿ Quién decís que soy yo?
Lo que más nos acerca al misterio de Cristo no es confesar rutinariamente las grandes fórmulas cristológicas, sino tratar de seguirle día a día abriéndonos a su Espíritu y sintonizando con su estilo de vivir.
Jesús exige respuestas absolutas. Creyendo en él, salvamos nuestra vida, e ignorándole la perdemos. La vida se gana entregando al servicio de los más cercanos y necesitados.
La fe en Jesús no consiste en creer algo, sino en creer en alguien. No es aceptar un conjunto extraño de doctrinas, ideologías, dogmas, o teologías sino de encontrarnos con alguien vivo que da sentido a nuestra existencia.; responde a nuestros anhelos y esperanzas más decisivas. Creer es otra cosa, es amar.
La Iglesia como Pueblo de Dios unido a Cristo tiene la misión de mantener la comunión, esa común-unión de vida en el Evangelio, palabra que se hace vida en el día a día. Debemos vincularnos totalmente con la misión que Jesús nos encomienda.

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