jueves, 10 de febrero de 2011

Viernes 11 de febrero. Mc 7,31-37

EVANGELIO
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:

Esa es su bandera y su legado: Un hombre bueno que pasó por esta tierra haciendo el bien. Y ese tendría que ser nuestro objetivo, nuestra meta, nuestra utopía. No podemos declararnos alérgicos ni miedosos ante este reto: hacer el bien. Sé que no es del todo fácil, que nos caemos, que tropezamos, que nos cuesta…pero en el intento también está la victoria. Para llegar a eso hay que ser autocríticos, conocernos, valorarnos y no confundir el ser bueno con ser tonto. Jesús fue bueno, pero no le pasó una a nadie, y por eso acabó en una cruz, muerte reservada para los delincuentes, sediciosos y subversivos. Así pues con su fuerza y energía apostemos por la bondad pero no por la “tontuna” del que no hace balance de los hechos por si acaso no le conviene. Palante.

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