lunes, 28 de septiembre de 2009

Lunes, 28 de septiembre de 2009 Lucas 9, 46-50

EVANGELIO

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: -«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro. »

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Sí, el evangelio no es un somnífero, no sirve para adormecer nuestra conciencia, si no para todo lo contrario. Para darnos cuenta de qué actitudes nuestras, sobre todo, y de los que nos rodean, también, están en absoluta oposición a su mensaje ¿Qué tiene que ver esto con el evangelio de hoy? Os cuento algo concreto. Mientras escribo esta reflexión se me acerca un compañero y amigo y me cuenta no sé qué actitud de no sé qué persona que se siente muy, muy importante y quiere que así lo perciban los demás, desde su puesto de mando y desde su yo más genuino…Al principio me sonrío, incluso comentamos lo que nos molesta esta actitud, después esto me hace volver al evangelio de hoy: “El más pequeño de vosotros es el más importante”. Y ahora sí que viene a cuento la segunda parte del encabezamiento, lo de que “ES PURA DINAMITA”, porque si el contacto con el mensaje de Jesús no hace que cambiemos radicalmente nuestra manera de actuar, de ver las cosas, de sentirnos ante nuestro trabajo, ante los demás, ante…entonces, es que no hemos entendido nada. Es decir, si necesitamos, personal o comunitariamente, que nos reconozcan, que cuenten con nosotros, que los demás vean lo importantes que somos, si necesitamos, no sólo ante los demás, si no también ante nosotros mismos, decir al mundo entero que somos los mejores, entonces, no nos engañemos, no hemos entendido nada. Pongámonos manos a la obra, vamos a atrevernos a cambiar radicalmente nuestras actitudes, a poner en práctica eso de ser los últimos, de que no nos importe si cuentan con nosotros o no, de sentirnos felices sintiéndonos “pequeños”…habría tanto que decir, ojalá el evangelio dinamitara nuestra conciencia y nos hiciera preferir a los últimos, mejor, preferir ser los últimos, los que nadie quiere y a los que nadie reconoce. ¿Nos atrevemos a intentarlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario