martes, 20 de abril de 2010

Miércoles de la 3ª Semana de Pascua, Juan 6, 35-40

EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Jesús, el hijo del carpintero, el que andaba por los caminos de Nazareth, trabajaba en el taller de su padre, tenía amigos y descansaba en su amistad, vivía una vida plena de amor, compasión y entrega a favor de los más débiles y pobres de la sociedad, este Jesús, es el que propone ahora “que coman su cuerpo y beban su sangre” ¡Cómo no escandalizarse ante tal afirmación!¡Cómo no echarse las manos a la cabeza oyendo sus palabras! Y es que Jesús llamativamente humano, propone también que para seguir sus pasos de compasión, misericordia y solidaridad nos alimentemos del pan de su palabra y de la Eucaristía.

¿No crees que lo que desea es hacernos partícipes de su propia vida? ¿No se te ha ocurrido pensar que nos ha dado un mensaje claro y es que participamos de esta vida, la suya, feliz, auténtica, eterna si nos “mojamos” aquí y ahora e intentamos con todas nuestras fuerzas hacer un mundo mejor, más humano, en definitiva, más suyo?

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