EVANGELIO:
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Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo
que habían hecho y lo que habían enseñado.
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El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a
un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran
muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
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Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
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Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y
fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que
ellos.
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Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de
ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles
muchas cosas.
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EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
Érase una vez un zapatero
remendón, llamado Martín. Vivía solo, era piadoso, leía todas las noches la Biblia. Una noche soñó
que se le aparecía Cristo y le decía: "Martín, mañana voy a venir a
visitarte. Asómate por la ventana para abrirme cuando venga". Aunque se
trataba de un sueño, Martín se impresionó. Por si fuera verdad, a la mañana
siguiente, desde primera hora, estuvo pendiente, mirando a través de la
ventana.
Muy temprano vio un barrendero que estaba quitando la nieve
de las entradas de las casas. Le llamó y le ofreció una taza de té caliente.
Al mediodía, todavía el frío era
intenso. Vio pasar a una mujer con un niño en brazos llorando de frío. Les
llamó y les dio la sopa bien caliente que tenía preparada para él.
Atardecía el día de invierno;
Martín seguía mirando por la ventana. Y vio una vendedora ambulante a la que un
muchacho le había robado una manzana. En aquel momento la mujer había agarrado
al muchacho. Martín salió corriendo, convenció a la mujer para que lo perdonara
y al muchacho le reprendió de tal modo que pidió perdón a la mujer y se puso a
vender con ella.
Se hizo de noche. Martín cerró su
casa y volvió de nuevo a la lectura del Evangelio. Mientras leía oyó una voz
que le llamaba: "¡Martín, Martín!". Levantó asustado la cabeza y vio
al barrendero de la mañana que le sonreía y se iba. Volvió a la lectura, y otra
vez oyó que le llamaban: "¡Martín, Martín!". Y vio a la mujer con el
niño en brazos, que le sonreían. Y más tarde vio a la verdulera y al
ladronzuelo, que le sonreían. En el silencio de la noche Martín escucho la voz
que le decía: “¿Martín, no me reconoces?” Y Martín se echó a llorar.
¿Qué hemos hecho cuando nos hemos encontrado
con alguien que nos necesitaba? ¿Cómo hemos reaccionado ante los problemas y
sufrimientos de personas concretas que hemos ido encontrando en nuestro camino?
Lo decisivo en la vida no es lo que decimos o pensamos, lo que creemos o
escribimos. No bastan tampoco los sentimientos hermosos, la compasión "meona" o las
protestas estériles. Lo importante es ayudar a quien nos necesita. Necesitamos
gente capaz de entregarse con pasión por la justicia y la libertad de otros,
necesitamos personas llenas de entusiasmo que den esperanza entre tanto desaliento. Un día se nos
abrirán los ojos y descubriremos con sorpresa que el amor es la única verdad y
que Dios reina allí donde hay hombres y mujeres capaces de amar y preocuparse
por los demás. Esto son los que necesitamos, el mundo ya tiene demasiados
mediocres:
"Si la vida pone a cada uno en su lugar, en la zona de gilipollas
van a tener que poner gradas supletorias"
P´alante fusquillas.
¡Cuántos hay que mejor no dijeran que son cristianos, porque no tienen fe...! Tienen más fe en su dinero y en sus cosas que en el Dios que construyó las cosas y el dinero.
ResponderEliminar3 DE JUNIO DE 1979
Romero de América