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Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y
arodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para
tener en herencia vida eterna?»
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Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno
sino sólo Dios.
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Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio,
no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a
tu madre.»
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El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado
desde mi juventud.»
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Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una
cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un
tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.»
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EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
Hay muchos: hombres y mujeres sencillos
que saben de Dios más que todos los teólogos
y dogmáticos ilustrados. No hacen gala de una fe grande y pura, pero a
pesar de sus fallos se saben amados por aquel que merece la pena.
Son estos, personas que viven el amor al
prójimo sin aspavientos ni ostentación alguna. Cristianos humildes, conscientes
de que hay limitación, pecado, pero que hay una presencia de bondad aún
mayor... Dios.
En este evangelio queda claro que uno no es cristiano por
cumplir los mandamientos: ese es el campo común a todos los seres humanos – por
eso la salvación es para todos-. Lo específico del cristiano es entrar en la
alternativa de Jesús: más allá de las limosnas, del cumplimiento, está el
sígueme. en el que el amor al prójimo relativiza todo lo demás.
En el orden de la ley, puede uno imaginarse que ha cumplido
con su deber. En el orden del amor siempre se está en deuda con la persona
amada.
Este Evangelio me recuerda aquello de: les quitaron tanto,
tanto, que acabaron quitándoles el miedo…. Aviso a navegantes. P´alante