miércoles, 19 de mayo de 2010

Jueves 20 de mayo. Jn 17,20-26

EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
No deja de ser una contradicción el que Jesús ore por la unidad de sus seguidores y algunos de los frutos de los tiempo hayan sido dolorosas fracturas. Y peor aún, graves enfrentamientos, persecuciones, y sufrimiento infligido al prójimo. La unidad es un regalo y por ella hay que luchar. Unidad en la pluralidad. Unidad en lo esencial. Unidad en el amor, respetando siempre las formas y manifestaciones culturales. El verdadero culto a Dios consiste en acoger su misericordia y amar al prójimo. Debemos buscar juntos la luz, sin imposiciones, sin recelos, en fraterna convivencia. Si no lo hacemos estaemos negando la voluntad del maestro.

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