domingo, 2 de octubre de 2011

Lunes, 3 de octubre de 2011. Lucas 10,25-37.

Evangelio

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". El le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

La verdad es que huelgan los comentarios a este evangelio. ¿Qué no ha quedado claro?
Nuestro corazón anda inquieto, como decía Agustín, hasta que no descanse en Dios. Hasta que no sea Él el motor de cada uno de sus latidos. Agustín también decía que “al corazón que no le llena Dios, nada en el mundo puede saciarle”. Por otra parte, experimentamos que la medida de nuestro amor a Él está en el amor a los demás. Nada más… ¡y nada menos! “Hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos, porque amamos a los hermanos” (1Jn.) y esta es una verdad constatable. En un momento de tristeza, de sufrimiento, de no ver claro, olvídate de tu dolor y vuélcate en los demás: en algo concreto que necesiten de ti. Quizás una palabra, una llamada de teléfono, un favor…¡comienza a amar y ya verás! como decía una antigua canción. Al momento tendrás el corazón lleno porque has amado a Jesús y al hermano. A Jesús en el hermano.

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