jueves, 6 de octubre de 2011

Viernes, 7 de octubre de 2011. Lucas 11,15-26.

Evangelio

Pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: 'Volveré a mi casa, de donde salí'. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio".

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Sí, un reino dividido no puede subsistir. Por ello, Jesús nos dejó un testamento y en él nos pidió una sola cosa: que nos mantuviéramos unidos, que fuéramos uno. Y como consecuencia de esa unidad-fraternidad entre nosotros, el amor recíproco que nace de sentirnos unidos, amigos.
A veces, nos empeñamos en mostrarnos creíbles ante los demás, más o menos coherentes. Sin embargo, por desgracia, damos más bien, un testimonio de desunidad e individualismo, que lejos de mostrar el verdadero rostro de Jesús, aleja de él.
Acabemos de una vez, con posturas que nos enfrentan a los demás. Desterremos nuestras críticas, el sentirnos mejores y exclusivos. Alejemos de nosotros todo lo que no sea crear lazos, puentes, acercar posturas...
Quizás, la lectura del evangelio y la vivencia del mismo, sea una buena oportunidad para apoyarnos en nuestros hermanos, de cargar con sus cargas, y dejar que ellos nos ayuden en nuestro vivir diario. Seremos más creíbles, más veraces, y sobre todo, más felices.
Tengamos la certeza de que Jesús resucitado vive entre nosotros, en medio de nosotros y su presencia nos llena de vida y de alegría.

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