EVANGELIO
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Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno
y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis
servir a Dios y al Dinero.
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«Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida,
qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la
vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
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Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni
recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros más que ellas?
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Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se
preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
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Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios
del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
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Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se
vistió como uno de ellos.
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Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa
al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de
poca fe?
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No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a
comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
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Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya
sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
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Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas
se os darán por añadidura.
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Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se
preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.
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EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA
DINAMITA:
El sermón del hotel
El Mesías
apareció en una gala del Hotel Hilton. El cubierto costaba 25.000 pesetas. Y el
Mesías, al ver que allí estaban los suyos, abrió los labios y les enseñaba
diciendo:
"Dichosos los ricos, porque ciencia y leyes
les darán la razón.
Dichosos los agresivos, porque se comerán el mundo.
Dichosos quienes ríen, porque ellos serán envidiados.
Dichosos quienes van hartos y no pasan ni apetito ni sed, porque serán tenidos por justos.
Dichosos los agresivos, porque se comerán el mundo.
Dichosos quienes ríen, porque ellos serán envidiados.
Dichosos quienes van hartos y no pasan ni apetito ni sed, porque serán tenidos por justos.
Dichosos los inmisericordes, porque la miseria no les alcanzará.
Dichosos los de corazón turbio, porque sólo verán aquello que les conviene.
Dichosos los constructores de armamento, porque serán llamados los benefactores de la humanidad.
Dichosos los perseguidores de aquellos que luchan por la justicia, porque de ellos es el reino de la tierra.
Dichosos seréis cuando hablen bien de vosotros y os asignen todas las virtudes tópicas, mintiendo porque sois mis amigos.
Dichosos cuando censuren toda crítica que se haga contra vosotros. Alegraos en aquel día, porque habréis alcanzado la máxima recompensa en la tierra. Pues así se ha hecho siempre con todos los que han triunfado.
"Oísteis que se decía: "Amar a
vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen". Pero yo os digo:
Aniquilad a vuestros enemigos y no cedáis ante la debilidad ante ellos. Porque si se os conmueven las entrañas, ¿qué provecho sacarías? ¿Que no puede pasar eso mismo a cualquier ser humano? Y si os
portáis como seres humanos, no tendréis que dejar que vuestro sol luzca para todos.
Aniquilad a vuestros enemigos y no cedáis ante la debilidad ante ellos. Porque si se os conmueven las entrañas, ¿qué provecho sacarías? ¿Que no puede pasar eso mismo a cualquier ser humano? Y si os
portáis como seres humanos, no tendréis que dejar que vuestro sol luzca para todos.
"Oísteis que se decía: "No
matarás", pero yo os digo: Todo aquél que no lleva la cólera hasta el fin
será tenido como un estúpido entre vosotros. Y si tienes alguna cosa contra tu
hermano, ves a llevar tu ofrenda al altar mientras tus mercedarios acaban con
él. Y, por la noche, serás el más feliz de todos los hombres.
"Y cuando hagas limosna, que tu mano
izquierda pregone aquello que está haciendo tu derecha. Si no es así, ¿de qué
te servirá la limosna que tú das? Vigila que se sepa, y los hombres, que miran
el exterior, te darán la paga.
"No atesoréis tesoros en vuestra
conciencia, desde allí nunca los podréis disponer, atesorarlos en los bancos
suizos, donde vuestros enemigos no los conocen y donde la policía ni los jueces
no os los harán desaparecer.
"Nadie no puede servir dos señores, porque
habrá que estar en contra del uno o del otro. No podéis servir Dios y el
dinero. Por ello os digo: Servid el dinero, cuya existencia y poder son mucho
más evidentes que los de Dios, y la recompensa es mucho más segura.
"Y cuando queráis rogar, decid:
"Señor, santificaremos vuestro nombre mientras perdure nuestro reino, y se
haga nuestra voluntad a la tierra como la tuya en el cielo".
"Todo aquél que escucha mis palabras y las
pone en práctica semeja un hombre juicioso que edifica con buenos fundamentos.
Y tan pronto como llegan los huracanes o las riadas, la casa resiste. Pero el
quién escucha mi palabra y vacila se asemeja al hombre que edifica sobre la
arena: tan pronto como el viento comienza en soplar se le derriba la casa...".
Y cuando el Mesías acabó de hablar, la gente se
maravillaba porque hablaba con autoridad, y tenía toda la razón del mundo.
N.B. Según han confirmado los investigadores más
fidedignos, este Mesías no fue condenado a muerto por nadie. De hecho, ni el
Imperio ni el Gran Sacerdote no tenían nada en contra de él: incluso aceptó de
legalizar su título en unas elecciones democráticas, y salió reelegido tantas
veces como se presentó. Así se evitó al género humano la trágica necesidad de
tener que recordar ningún Viernes Santo. Sólo hay que lamentar algunos miles de
muertos, pero, por supuesto, todos ellos eran tercermundistas, daños
colaterales.
Dios y el
dinero: decía San Juán Crisóstomo: todo rico es ladrón, hijo de ladrón o nieto
de ladrón. P´alante
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