Evangelio según San Lucas 4,31-37. 4 septiembre. Martes

EVANGELIO:

Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. 
Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. 
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; 
"¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". 
Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. 
El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: "¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!". 
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región. 

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:

Espíritus inmundos: Espíritu mudo, espíritu de embotamiento. Muchos de nuestros espíritus están así. Desgraciadamente.

Las Palabras de Jesús provocan admiración y asombro de todos. Ayer mismo leí que el dirigente de nuestro país dijo: “ la realidad me ha impedido cumplir mi programa” ; “ estoy convencido que cumplir con mi deber me hará ganar las elecciones”… palabras muertas, sin vida. Sin autoridad y sin alma, no servirían ni para expulsar un espíritu inmundo Light y sin alcohol, ni para un endemoniado 0,0… sin embargo las palabras de Jesús despiertan esperanzas, porque no buscan su propio beneficio, ni pretende ganar ningunas elecciones. No es la realidad la que cambia a Jesús, la que cambia su discurso, la que cambia su actuación… la realidad no le cambiaría ni aunque tiemble la tierra. Un Jesús esperanzado y utópico es lo que necesitamos. El hombre y la mujer de nuestro tiempo es una ficha, un eslabón, de usar y tirar de la gran máquina que manejan unos pocos afortunados. Mientras unos hablan de rentabilidad otros hablamos de tender la mano al último, al más desafortunado. Y esa mano se acerca a todo ser necesitado de fuerza, compañía y protección. ( Esto es poner la mano el Evangelio para aceptar un cargo) P´alante