martes, 13 de septiembre de 2011


MIÉRCOLES, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2011. Juan 3,13-17.

Evangelio
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

EL EVANGELIO NO ES UN SOMNÍFERO, ES PURA DINAMITA:

Sí. El Dios de Jesucristo es el Dios del perdón, de la misericordia, de la ternura. Es el padre bueno y la madre compasiva que nos ama tanto, que nos quiere tanto, tanto “que nos tiene tatuados en la palma de su mano”.

El Dios que Jesús nos ha mostrado en el evangelio, no puede dejar de interesarse por nosotros, Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti” (Isaías, 49,15)

Entonces, ante este descubrimiento sólo queda una única respuesta: amar nosotros igual. Vivir de tal manera que todo lo que hagamos y la relación que tengamos con los demás, sea una imagen de lo que Jesús nos ha enseñado sobre nuestro padre, “porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

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