martes, 17 de febrero de 2009

Miércoles 18 de febrero. Mc 8, 22-26

EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego, pidiéndole que lo tocase. El lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó: - ¿Ves algo ? Empezó a distinguir y dijo: - Veo hombres; me parecen árboles, pero andan. Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa, diciéndole: - No entres siquiera en la aldea.
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:
Al acercarnos al Evangelio de hoy, debemos hacerlo despojándonos de nuestras seguridades y certezas, de nuestra inconsistencia de adultos y mayores, y leerlo como lo leería un niño. Con sorpresa, con inocencia, con asombro. Si en el trancurso de nuestra vida hemos ido dejando en la cuneta nuestra mirada limpia e inocente, y nuestra capacidad para soprendernos y asombrarnos, habremos hecho un flaco favor a quienes nos rodean pues la angustia, el sobrevivir y la desazón serán las banderas de nuestra patria personal. Si, por el contrario, estas tres cosas están en nuestro corazón entenderemos que al igual que Jesús cura al ciego y lo llamamos milagro, nosotros también estamos llamados a hacer milagros en nuestro acontecer cotidiano. Un milagro es tender la mano ante quien la pueda necesitar, un milagro es sonreir al que nadie quiere, un milagro es entablar una conversación con quien nadie escucha...en los pequeños detalles de cada día hay escondidos cantidad de milagros que podemos llevar a cabo...no los dejemos pasar...
Y por otro lado, entendamos lo que nos ocurre y protagonizamos como verdaderos milagros, desde despertar cada mañana y poder levantar la persiana al nuevo día, hasta acostarse con la satisfacción del deber cumplido, pasando por el encuentro radiante y alegre con unos amigos en un bar...si somos capaces de considerarnos "carne" de milagro en los momentos cotidianos, podremos encarnar la utopía del Evangelio, porque seremos personas alegres, sin complejos, auténticas, que valoran lo que son y lo que tienen y por tanto pueden compartirlo con los otros en el gran milagro de la vida...

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