viernes, 19 de noviembre de 2010

Lucas 23, 35-43.DOMINGO.23NOVIEMBRE

Evangelio:
“Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.” Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.” Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Éste es el rey de los judíos.” Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.” Pero el otro lo increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.” Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.” Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.”
EL EVANGELIO NO ES UN SOMNIFERO, ES PURA DINAMITA:

No podemos caer en distracciones:
Hay personas piadosas que se lamentan de distraerse en la oración o en el culto. El problema está en las distracciones del camino, rozarnos con Cristo y no conocerlo. Jesús pasa por delante a diario, él si reconocerá a aquellos que han sabido reconocerlo en su vida. No se trata solo de conocer a Cristo, es más importante reconocerlo en el camino. Nos fabricamos una imagen de Dios, y si él se presenta de otra forma no le reconocemos. No miremos al alto, está encarnado, camina con nosotros, esta en nuestro interior, nos lleva de la mano. Dios se pone la ropa de cada día, el mono de trabajo y no suele aparecer en lo sublime y extraordinario, más bien en la realidad cruda y dura de cada día. Tiene un inconveniente: el rostro suele ser muy conocido: rostro de harapiento, de niño, de amigo, de cocinera, de parado, de marido, de esposa, de forastero, de emigrante saltando vallas, de individuo en malas compañías, de enfermo, de preso... hay que reconocerlo.
Muchos de estos apelaran en el juicio final, y Dios será su abogado. Saldrá en su defensa.
El examen será de incalculables pequeños gestos humanos. Ya le amamos o despreciamos en el prójimo acogido o abandonado. Los desnudos de este mundo, los encarcelados, extranjeros, peregrinos y caminantes, hambrientos, tendrán mucho que decir a los prepotentes, cómodos y saturados de este mundo.

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